MEMORIAS
i
EL DÍA VERDOSO se impregna de manchas.
El cadáver se eleva entre nubes rosas
y su aroma se dispersa entre faroles,
mientras sella su recuerdo en estas calles.
Un hedor espléndido, endulzante.
Pero no deja de ser un cuerpo,
uno que se muere, que se muere
aquí… entre mis brazos.
ii
Despierto. Sin cambios. Solo despierto.
Te miro; creo una historia entre tus palmas
donde añoro encontrarte siempre.
Sin cambios. Despierto. Solo viéndote.
Me miro; un reflejo borroso que solía ser yo.
Despierto. Sin cambios. Viéndome.
Me enredo entre la seda, en una vaga
espera de encontrar placer en la asfixia.
Imaginando tu tacto entre mi cuerpo.
Despierto. Solo. Despojándome.
iii
Exhausto, excavo mi memoria,
brote de polvo, polvo que aspira llantos.
Llantos que brincan del corazón.
Corazón que late lento, sin razón.
Excavo mi memoria, exhausto.
Golpe a golpe. Dolor con dolor.
Entre derrumbes que arden
y sólidos materiales impenetrables.
Olvido. Golpe a golpe… te olvido.
Olvido por amor. Por amor te dejo.
Te dejo en paz.
En paz descansas.
Descansas, pero yo te extraño.
Yo te extraño por dolor…
Y por dolor aún no olvido.
iv
En este sendero de lagunas y vacíos;
en este camino con lluvia de nostalgia,
relámpagos de gritos, melódico ambiente.
Un metálico estruendo es mi arrullo,
taladra mi recuerdo e impacienta mi sangre.
Lágrimas entre sueños y sueños acuosos
donde se recrea el fatal instante.
v
Nubes en mi mente,
amarillentas, cálidas; fraternales.
Estropean mi remembranza,
despojan mis dolencias,
apaciguan el llanto.
Recuerdos: placebo natural del muerto.
Nubes bosquejadas en mi grito,
uno ahogado, insonoro, indoloro.
Nubes que no me salvan,
nubes que me entorpecen el descanso.
vi
Nichos vacíos.
Cenizas que son polvo de calle.
valles verdes que esconden muertos,
cimientos hechos con sangre.
Eso recuerdo. De eso me acuerdo.
La tumba me cuenta secretos,
ninguno es de paz.
No hay paz en tierra caliente.
No hay paz para quien muere
sin saber qué es la muerte.
Por eso recuerdo. Te recuerdo.
Porque quizá algún día me recuerden.
Epílogo
Yo también morí. Sin despedirme.
Quizá por eso aún no soy capaz de irme,
quizá por eso aún no puedo volar.
Y tal vez, me quedé aquí
solo por esperar y negar el dejarte ir.
Aunque sé que me aferro a ti,
por no aceptar que tengo miedo,
que no quiero sentir que hui.
Porque me aferro a lo poco
que recuerdo de mi.
Y sé que esto no hace más que herirme
pero explícale a este corazón, ciego y sordo,
que ese tacto frío… ya no es amor.
Explícale que sus latidos débiles,
que esos suspiros frágiles,
no son más que desesperación.
Cuéntale y dile que se fue mamá
y que las balas alcanzaron a papá.
Anda… ve y dile a Dios,
que ya recé, que ya rogué.
Y dile que sigo aquí.
Que mi cuerpo pudriéndose está.

Andre Melendez (Estado de México, 2004). Estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa. Miembro del Colectivo Raíz de Tinta, donde desempeña el rol de escritor y tallerista en creación de fanzines, a su vez, se dedica a la difusión y creación literaria. Se desempeña también en el ámbito de la escritura creativa y, gracias a ello, cuenta con diversas publicaciones dentro del mismo colectivo y en la revista digital Isotopías. Fue participante en la Feria de Libro de Miravalle, en la presentación de diversos textos artísticos, incluido uno de su propiedad. Es amante de los textos fantásticos, lo sobrenatural y lo esotérico. Con un profundo interés en la obra de Juan Rulfo y Adela Fernández. Sus versos tratan de plasmar una realidad chocante y cruda, por lo cual su perfil de investigación en la universidad está profundamente enfocado en el trabajo de estos autores, además de añadir una visión crítica y multidisciplinaria a sus propuestas.


