RETINTA PRIMAVERA
“Por todos esos cortes en mi psique, por todas esas lágrimas de mi alrededor. Por toda esa sangre derramada en mi interior. Por más que lo intente, no hay nada que lo borre.”
El calor azotaba mis mejillas, como la brisa abraza a la neblina. Como tus besos solían tenerme a la deriva, entre muerte y vida; tienes esos ojos, los veo y me desmayo.
La forma de mis sueños es vaga, estoy apagado pero sin dormir. Estas noches parecen eternas, y mi ventana solo se oxida con el llanto de un niño que desea salir. Que desea estar contigo, en los brazos de quien aprecia.
Y que sabe que tiene que soltarse, dejarse llevar por la esperanza. De una mujer que a la Luna le hablaba como fiel confidente.
En el eco de un bebé gritando por un largo tubo: “¡Te necesito!” Allí donde la muerte acariciaba sus pies, y rasgaba su espalda. Era todo inherente como el agua seca, como unas palabras a solas contigo.
Con la sangre en el pecho, alimentando al mundo de su vida. Intentando tocar con sus arterias el sueño de una noche más; sólo una por favor…
El violín que atormentaba, a todo lo que ya por sí mismo ansiaba, desaparecer. Pero nada podía detenerlo, y ella un beso de fuego, que la piel marcara hasta morir pretendía.
Silbar su nombre, querer mirarlo a los ojos. Sollozándole a los mares: “Quítame todo, aduéñate de mis manos. Toma mis hombros y arráncalos, pero deja en paz a su mente. Que descanse un poco más, para que renazca más fuerte en mis ojos…”
Ángel de la guarda… ¿Dónde lo dejaste? Que entre tus alas ya no reposa, te lo dice desde el alma: “La razón no siempre es la respuesta. Paciencia… Que en mis manos resurgirá, en el corazón del mal, su nombre se alzará y volará como ningún otro.”
La haces llorar y llorar, delirar entre sus acciones y pensamientos. Una larga melodía de melancolía.
¡SECUESTRASTE SU RAZÓN! – Hay veces en las que la enfermedad no toma, consume… Como ebrio encantinado, hasta la última gota. Que el amor no alcanza, como pan en orfanato, como balas en la guerra que es vivir. Pero esta vez, te llevabas al inocente; eso creímos.
“Un camino, que nada más te puede mostrar, formándote con el dolor. Haciéndote su embrión, donde ambos pueden mentirse sin razón.” Aquí está a tu lado, y jamás se irá. Aunque la muralla divida, todo lo que es y lo que será.
“Déjalo sanar… Permítele despertar, un día más. Que su corazón no desangre más, y los ríos se abran ante su valentía.” Amor mío, no estoy acostumbrada. Mi primer día sin ti. Que mi mente sigue diciendo “nosotros” aunque tú lejos estés.
En las llamas de un volcán, listo para explotar. Amor mío… Sé que estás muy solo, y todo te puede pasar. Pero dame un roce más, afuera de ese lugar. Yo te espero. Con besos en mano, y abrazos al lado.
Tengo en mi poder al Sol de mis mañanas, fuera de esta desdicha. Prometo seguirte cuidando. Luna… Que esta lucha no acabe con mi niño, que siga respirando, una vez más. Y que el cáncer sepa… Esto va a acabar.

Rogelio Rochin Arroyo  nació en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas el 8 de junio de 2008.
Es alumno de bachillerato de la UPAEP en el Estado de Puebla, ciudad a la que llegó desde el año 2009 y en la que actualmente radica.
Desde pequeño tenía cierta curiosidad por las máquinas de escribir y a los siete años aproximadamente hizo su primer cuento “triste”. Es un adolescente con un fuerte sentido de introspección que le permite plasmar en sus cuentos y poemas la intensidad de su sentir y transmitir la crudeza de las situaciones que vive.
En el mes de mayo de este año fue diagnosticado con linfoma mediastinal de células no Hodgkins, actualmente lucha contra ese padecimiento.
    
    
 

