ELUCUBRACIONES (Septiembre 2025)
FERIA SIN LIBROS, CALLES SIN LUZ: SURREALISMO DE LO COTIDIANO
¡Qué tengo mucho que escribir!, me dije a mí misma. A veces las palabras no alcanzan para contener la intensidad de un día, y hoy fue uno de esos. La FILEM 2025 https://filem.uaemex.mx/programa.html, abrió sus puertas y tuve la fortuna de participar en varios eventos. Me entrevistaron, asistí a presentaciones, escuché conciertos… y al mismo tiempo fui testigo de una feria del libro que se inaugura, paradójicamente, sin libros.
Bueno, sí había algunos cuantos, desperdigados como islas en medio de un mar de carpas vacías. La mayoría de los stands seguían cerrados, esperando el tiempo que parece siempre moverse distinto en México. Y sin embargo, la inauguración fue hermosa, la música vibrante y las presentaciones entrañables, aunque sucedieran en otras sedes.
El contraste me hizo pensar en André Breton, que alguna vez escribió que no hay otro país en el que el surrealismo pueda vivirse como en México. No recuerdo la cita exacta, mea culpa, pero hoy más que nunca me atrevo a parafrasearla.
Al terminar mis actividades me cayó encima una urgencia mucho más simple: tenía hambre. Mis pasos, guiados por Google Maps, me llevaron a una esquina inesperada donde lo divino y lo mundano se abrazaban sin pudor: una iglesia junto a un McDonald’s.
Escribí un mensaje rápido de WhatsApp y la respuesta fue: “esas son las hamburguesas más sagradas que puede pagar el dinero ganado con sacrificio”. mientras meditaba sobre esa frase de una amiga mexiquense, me encontré frente a un rito que parecía salido de un guion de Buñuel. Dentro del templo, una joven con un vestido rosa pastel y una tiara recibía algún tipo de sacramento. ¿Unos quince años? ¿Una misa de acción de gracias? No lo sé. La ritualidad católica tiene caminos misteriosos. Lo único cierto es que la escena me pareció una parábola de este país: lo sagrado y lo profano conviviendo pared con pared, sin conflicto.
Después pensé en ir a un café cultural. Me ilusionaba la idea de cerrar el día con un espacio distinto, más íntimo. Pero para alcanzarlo había que caminar por una calle larga y sin iluminación. Y aquí, en México, cualquiera sabe que hay calles que es mejor no transitar a ciertas horas.
En ese momento recordé algo que muchas mujeres sabemos casi de memoria: no es solo la ruta lo que calculamos, también la ropa. Cada prenda que elegimos al salir de casa carga con un interrogatorio invisible: ¿me permitirá pasar desapercibida?, ¿me hará blanco de miradas que prefiero evitar?, ¿es prudente usarla en esta calle, a esta hora, en este país? Aquí, en mi país, la ropa no es únicamente tela; es también un escudo, una máscara, una negociación silenciosa con el miedo.
Vestirse, para nosotras, no siempre significa adornarse ni expresarse, sino protegerse. No porque tengamos una moral que nos limite, sino porque vivimos en un país misógino y machista, donde una falda corta, un escote o incluso unos labios pintados pueden convertirse en un pretexto para la violencia. La ropa, entonces, se vuelve parte del mapa de supervivencia: tan estratégica como el horario en que eliges salir, la ruta que marcas en tu mente o el taxi que prefieres no abordar.
Así que desistí. Y finalmente terminé en un Vips. La decisión no fue gastronómica, sino práctica. A veces, en estas tierras, la elección de un destino se parece más a un cálculo de seguridad que a un antojo.
Pienso entonces que quizá esta feria del libro sin libros y esa ciudad con calles sin luz se parecen mucho más de lo que creemos: ambas son metáforas de un país donde siempre falta algo esencial, pero donde, pese a las carencias, seguimos escribiendo, celebrando y buscando lo que anhelamos.

Alejandra Gotóo (Ciudad de México, 1991) estudió Lengua y Literatura Modernas Inglesas por la FFyL, de la UNAM. Después se aventuró a la maestría en Antropología Social, Universidad Iberoamericana. Su trabajo ha sido publicado en Chile, Colombia y Croacia, entre otros. En proyectos recientes ha explorado las intersecciones entre las experiencias de profesionales de la salud durante la pandemia de COVID-19. Realizó su investigación de posgrado sobre las vidas en la primera línea de batalla contra el virus. Su anhelo actual son las experiencias compartidas; las comprensiones mutuas. Durante sus elucubraciones encontró algo que antes no había logrado sentir de este modo, los cuerpos humanos, animales, y los espacios se entrelazan de una manera que podríamos sintetizar con la palabra paradoja. Ama a su perro peludo, el mathrock y el juguito de las satsumas.
    
    
 

