
RUMBO AL 8M
HACE POCO ENCONTRÉ mis primeros escritos con pensamientos feministas con motivo del 8M y descubro cuánto he cambiado desde entonces. Mi “despertar” ocurrió por allá del 2020. Yo iniciaba mi doctorado y leía con muchísima emoción textos de bell hooks, Marcela Lagarde, Patricia Collins, Julieta Paredes. Por fortuna mi propia investigación doctoral me permitía lecturas rebeldes y al mismo tiempo, amorosas. Por aquel entonces, descubro, escribía frases como “Cada vez me cuesta más lidiar con la masculinidad tóxica”. Ahora creo que eso es un pleonasmo: toda masculinidad es “tóxica” (ya ni la llamaría así tampoco). Soy partidaria de que lo que toca es abolirla, no inventarnos otras. Pero en esos tiempos supongo que pensaba que había masculinidades que nos salvaban del patriarcado y pues no, ahora pienso que no. También recordé que en 2020 haríamos un performance en el que “imitaríamos” las conductas machistas de nuestros compañeros de clase porque nos parecía un ejercicio saludable reflexionar colectivamente sobre el machismo, tanto en ellos como en nosotras. No se llevó a cabo y me dolió mucho que alguien pensara que nosotras transgredimos algo -negativamente- con la sola idea de pensar en organizarnos en espacios universitarios.
En esos tiempos escribí que “denunciar el machismo no es un acto de odio, sino de justicia, e incluso de amor hacia nosotras y hacia la sociedad que buscamos construir”, también escribí y lo grité fuerte a los hombres: “Yo los quiero vivos, junto a mí, en nuestra lucha, sólo quiero que dejen morir su machismo interno, como nosotras lo intentemos cada día”. Ni antes ni ahora hay odio, pero creo que antes tenía esa necesidad de hacerles ver a ellos que yo no odiaba, que yo era amistosa, y que, aunque desde entonces creía en el separatismo, confiaba mucho en que lograrían erradicar su machismo, que lo harían a la par que las mujeres. Sigo pensando que es urgente que los hombres hablen y erradiquen su violencia, pero definitivamente lo hago desde cierta desesperanza, o, mejor dicho, mi esperanza viene de las mujeres y de todo lo que me consta que están creando. No veo a los hombres preguntarse ni por curiosidad qué es ser hombre y cómo ejerzo este rol que el sistema me ha dado. Simplemente los veo estar. Hace poco le pregunté a un amigo profundamente comprometido con las causas sociales de clase y racismo, qué pensaban los hombres con respecto a estos escenarios en los que las mujeres estamos redefiniendo conceptos como el “consentimiento”, “violación”, “acoso”, etc. Me dijo que los hombres, al menos los que él conocía (un círculo que se supone de izquierda), no estaban entendiendo nada de eso, que su preocupación era más bien cómo no ser descubiertos ante un acto que actualmente se considera violento. Pero no lograban entender, por ejemplo, el consentimiento ¿por qué las mujeres íbamos a decir no a nuestra pareja en pleno momento sexual? Sin embargo, sí tenían un posicionamiento muy claro con respecto al machismo de generaciones atrás o el de las canciones de bad bunny: sí, su papá pegándole a su mamá sí era machismo. Sí, bad bunny también lo es. En fin, mi esperanza y mi ánimo no viene de ellos.
Luego encontré otro texto, quizá el más bonito y que he compartido cada año en mi muro personal, en el que digo que nosotras no sabemos hacia donde vamos ni qué se está transformando en los hombres, pero sabemos que bajo ninguna circunstancia volveríamos a quitarnos las “gafas violeta” porque es de lo poco que nos pertenece y que nos hace libres. Esa libertad no es negociable, aunque cómo cuesta defenderla, incluso de nosotras mismas, de nuestra educación (la convencional), de todos los discursos que van hacia el lado contrario (que son muchos). Esto es quizá lo que ha permanecido durante estos años en nosotras, en los que nuestro lenguaje incluso ha cambiado. No volveremos a un mundo sin feminismo. No hay retorno y qué dicha saberlo. Si bien, corrientes feministas hay, como mujeres en el mundo, no he escuchado a ninguna mujer decir “me arrepiento de conocer el feminismo”. Antes, en mis primeros años de estas reflexiones mis amigas y yo no nos decíamos feministas porque eso parecía que te ponía ante los ojos del mundo inquisidor, era como declararse a favor de la muerte de los hombres o algo así. Ahora, sin miedo alguno, lo decimos.
Qué importante recordarnos esto rumbo al 8M porque las mujeres necesitamos seguir hablando de quiénes somos y cómo entre nosotras mismas tejemos un mundo más justo y digno. Esto ya no se trata de los hombres, de esperar a que cambien, de ser amadas por ellos, sino de cómo hacemos lo que hacemos por nosotras, para nosotras. Y en mi caso, por un mundo animal más justo, pues las hembras de todas las especies también sufren las consecuencias del patriarcado capitalista. Si nosotras seremos libres, ellas también.
Minolta Espirales

