MUDANZAS
PENITENCIAS del cambio. Habito un lugar abandonado,
atravesado por la muerte (de las cosas). Se me hacen callos
en los dedos
por los dias de ocupar a todas horas
un lugar diferente.
A veces revienta la hebra de la piel,
el callo se rompe
y supura la herida hasta que se recubre
otra vez
con nueva piel,
otro espacio
habitado con plantas esta vez. Aquello que cubre el cuerpo
pronto se pierde, vuelve a formarse
porque su uso –sí su uso, el cuerpo – no ha terminado. No termina,
nos obliga a caminar. Aprendes a caminar con callos
en el cuerpo.
La escritura es otro murmullo de callocidades
que acontece siempre y a todas horas. La mía está detenida
porque es muda – ¿recuerdas? – escribe sílabas
escribe ritmos
le suceden ritmos
rimas
al final de la línea. Se desborda pero nadie la ve
no puede verse, se transforma en otra cosa apenas toca el papel
–porque es muda –
porque no es cicatriz, no es una herida,
sino un resueno de cosas, gritos, quejas –el habla–
de allá afuera
oxidada como mi espalda al doblarse
cuando duermo en el piso;
lengua estrecha con la que resuena mi nombre
perdido en nuevos lugares
subterráneos o en la boca de otros
mi nombre (yo) repetido mil veces mal por el amor de una noche. Pero
me equivoco, también, al pensar en mí.
Este lenguaje nuevo, del cuerpo fuera del cuerpo,
del genero reconstruido, echado a un lado
me deja zurcos en el rostro. Me rejuvenecen las manos sosteniendo la pluma
hasta entonces marchitas por el trabajo diario,
y me recuerdo añorando una línea de tiempo
no correspondida,
la no contada,
torrente de páginas en blanco
acalambradas porque no hay qué narrar,
poco se ha vivido
hasta el momento.
Escribo en total comparecencia de mis sentidos
y desaparecen.
Cuerpos (re)diseñados con materiales orgánicos:
aliento, roturas, hojas, un soplo,
mi ingrávido soporte que resiste las mutaciones;
cuerpo del cuerpo
carne al margen, al límite del olvido. Escribe mi lengua mi nombre
con h, muda.
*
ORÍGENES
LA PINTURA –diseños del mundo natural – sobre la piedra,
mi casa, piedra de río, grís, olorosa, tersa la piedra
de mis muros: así empieza la historia
–del mundo– inmovil
en color de la hierba, de las flores o de los frutos
y del maíz. La primera infancia,
que empezó antes de los primeros recuerdos;
simbolismo de la vida y de la casa, la cueva, la familia: los anillos
de la abuela. Los anillos de la abuela. Los anillos de la abuela. Los anillos
y las fotografías,
la letra trás la forma.
Ahí empieza la historia. Un día, el acontecimiento: Nació
y mi nombre fue escrito. No se pronunció, se escribió solo
en lengua muda, sobre la forma; yo (o mi nombre)
nací entre la pared de la cueva,
como en Altamira, a oscuras,
en silencio, sin grito y con conciencia de la muerte.
Nací de la forma, de una palabra arrebatada de la mano
de mi abuela: del acontecimiento.
Hablan de mí los dedos y los tendones tensos
sobre el lápiz. Figuran mi tiempo,
le dan vuelta al signo, mi signo
la lengua en la que hablo, con la que nací
y dije: Yo, pero no mi nombre. Ahí el origen de las mareas
con los años más perdidas
en la atonía;
quebrado el viento con la lengua
jugando mis letras, mis sílabas
ferozmente habitadas por mi llanto. Hechizo
de vida alejado de la arcilla que formó a
mi madre y a sus hermanas. Yo vine orgullosa
al mundo entre pinturas sobre la piedra,
moldeada en grafías.
*
Yo
Mi nombre llegó para hablar de recuerdos antes que futuros.
Dijo una, dos, tres palabras; unió una, dos, tres frases y se detuvo
–quieta ––dijeron ––quieta ––decían ––quieta ––dicen ––
MUDA –gritaron –– y mi nombre, la voz de mi nombre, abatida,
apasionada, se levanta de la silla, camina, camina, camina y se
mira al espejo, dibuja letras: los fonemas de mi nombre, nuestro Yo
en pobre silabeo, con voz amortajada. Ergo. El cuerpo: mi cuerpo.
Una limpia con hierbas, huevos, humo, mantas y un quejido.
Odeth Osorio Orduña. (Puebla, 1988.) Estudió literatura en la ciudad donde nació. Continuó estudiando literatura en la Ciudad de México. Su forma de leer se ha ido transformando conforme la poesía fue irrumpiendo en su vida. Decidió fundar una editorial, Paserios Ediciones, junto a varios amigos y colegas. El oficio de la edición cambió, de nueva cuenta su forma de leer literatura, así como las formas de preguntarse por el lugar que habita.
    
    
 

