Reflexión

LA SOLEDAD NO HUMANA DE LAS CIUDADES

PIENSO en la soledad de los árboles que nacen en las ciudades. Uno o dos árboles por cada avenida. Nada más. Los árboles se comunican a través de sus raíces; como si se tomaran de las manos, se entrelazan por debajo de la tierra para decirse cómo están, pero ¿Con quién hablan los árboles solos de las avenidas? ¿A quién le dicen cómo se sienten? ¿Quién es capaz de comprenderles? Las ciudades son planchas hirvientes de concreto que nos incendian lentamente, que nos roban el silencio y la noche. Cientos de especies de árboles y plantas no pueden nacer donde milenariamente lo han hecho sus ancestros porque las ciudades no lo permiten (ni qué decir sobre los monocultivos). Cuando las personas migramos forzadamente, entristecemos, porque nuestras familias se rompen, porque dejamos nuestro terruño ¿Qué sentirán los árboles y demás plantas endémicas de ciudades tan grandes cuando ya no pueden nacer junto a los suyos en sus tierras? Quizá los animales silvestres puedan escapar de las ciudades llevándose consigo semillas de esos árboles y plantas y quizá tengan la oportunidad de nacer en otras tierras, aunque no sean las suyas, pero, aun así, a donde llegan serán extraños a esos ecosistemas y lo sabrán porque debajo de la tierra las otras raíces no les comprenden (se sabe que un árbol nativo crece solo) ¿Entristecen? Claro que sí.



Itzel Cabrera nació en el bosque de niebla, el que ahora ve morir.

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