
COPÉRNICA AL FONDO DE TUS PÁRPADOS
LA AMBIGÜEDAD lleva unos vestidos muy antiguos
y sus dedos desenredan distraídamente
la cinta de una película muda,
entre sus fotogramas distingo
las comedias de una gentileza marchita,
las líneas de una muchedumbre
dispersa en el iris de los almendros.
La veía recordar
las palabras de una tempestad pasada.
y me aconsejaba dejar en sus rodillas uno de sus brazaletes.
Se reían de nuestros amuletos falsos
en los conventos y en los desfiles,
y para hablar de la noche
sólo tapábamos los párpados de un acantilado.
Escuchábamos al oleaje hablar
sobre ciudades y gacelas heridas,
y las letras que alinean estos sepelios
perdidos por tus brazos
¿son la procelosa hierba que siembra grullas y granizos?
Esperábamos en los escalones
de unos panteones anónimos,
y rojizas nos alcanzaban tus mayúsculas.
*
UNAS BORRASCAS desordenaron
nuestra gramática como amaranto
¿y con cuántos anagramas marchitos hicieron tu rostro?
seguimos a los mismos juglares mudos
¿cuántas noches se pasaron jugando
con las máscaras de la desesperación
como si fueran los párrafos
de una novela de hace cien años?
y los aguaceros borraban
las guerras en una vasija rota
que el azar entierra en mis manos.
*
TAMBIÉN de sol están hechas las preguntas,
a tus escribientes calladas, respondes
con imperativos inconclusos, ¿van trazando
unas ascuas o una brújula mis heridas?
*
EN LOS NOMBRES de los muertos
son tantas las montañas que nos borran,
¿hace cuánto caminamos por estas balanzas?
*
NAVEGANTES y llenas de símbolos,
lo que nos deshace, es nuestro corazón,
lo que nos rompe, nos define.
*
HE ESCRITO una larga carta,
tiene los rasgos de unas funambulistas que se caen,
¿bastaría sentirlas como una verdad?
“Las montañas parecen un quieto relámpago,
donde nos deshacemos
entre las vocales de los nísperos”
¿Dónde olvidé todos esos apuntes
hechos con innumerables refracciones?
Ese día los pescadores regresaron
con los fragmentos de un imperio desaparecido.
Para ella era el espejo sólo otra máscara
y mi sangre seca apenas una mentirosa más persuasiva.
Las reliquias más preciosas de Bizancio
se habían multiplicado como peces y peces,
y ya nadie las quería.
Escribía falsas consolaciones
para los enfermos, que después nunca leían.
Se ríen los buitres y se ríen las hayas,
lloran tus noviembres, cantan las anemias
y se rompen los ayeres, y te hablan
trapecistas que llevan la luna en una pecera.
*
LA SEMEJANZA es una gemela de las montañas,
es la única hija de los muertos,
cuyas risas se nos pierden como solares a lo lejos.
Con una sola línea
dibujaste todas las fiestas,
y tus pasos van trazando
estas amapolas que contemplan el infierno.
Cada nueva forma es la sombra
de un mundo que se va;
la mirada de un incendio que se acerca calladamente.
Aquellas monarquías parecían de lejos
unas hermanas huérfanas
que caminaban sin rumbo hacia un jardín abandonado.
–decían los álamos blancos.
Otra infinitud te ata los dedos,
dentro de tus linternas
encontramos unas ciruelas podridas,
un distante monasterio de sílabas amarillentas.
Una junto a otra como dos ventanas
son la redención y la desesperanza.
Hundimos estos amuletos en tus ojos cansados.
Sembramos dalias en un vaso de cenizas,
¿y a dónde van esas ambulancias distraídas?
Mi sombra es un hospital apagado
¿a dónde me llevan estas imágenes?
Todo esclarecimiento abre otra incertidumbre
¿serán el uno y la otra
dos que se persiguen en una catedral apagada?
Ninguna fogata duerme en tus ríos,
la vendimia que cruza por tus cabellos,
¿no mece algunas coníferas cansadas? ¿hablo?
Contábamos, como la Desgracia, unas libélulas en tus lentes,
combinamos el alfabeto de sus nísperos
y nos quedamos con sus madrigales en blanco,
pero la voluntad es una llovizna
y mis frases siempre las terminan los muertos.
La luna saca sus máscaras,
y las deja entre tus pensamientos y el sol.
¿Desde qué campanario veíamos
a las escuelas jugar bajo el granizo?
“Todo su país era un monasterio
y escribíamos danzas en las ojeras
de una gimnasta distante”.
Escucha a los demonios
que lloran en tus escaleras,
como dentro de una pintura,
seguimos un desfile en llamas,
Como si algunas frases vinieran de la nieve,
y otras de un perro ciego,
escribía párrafos y párrafos
que luego eran mosaicos para una mezquita desierta
No eras tú, era el pasado, latido y deseo,
y mis uñas negras por hablar con los jardines,
¿quiénes son sus tres colores?
¿yo? ¿sí? ¿sol?
Y en las verdes venas de tus manos
¿qué araucarias y aguaceros abrazan tus retratos?
Odio la hiedra que se comió tus ojos
y ató tus muñecas a los caballos,
el cortejo luctuoso de tu nombre,
¿qué reloj se desmorona con el corazón de los cerros?
Son los meses que pintan acuarelas en la oscuridad,
a lo lejos una iglesia se hunde contando
las negras raíces que deshace la lluvia.
Lloro como lloraba el invierno.
y pintando una playa lluviosa voy borrando
estos almendros de mi sangre.
¿Cuántas estrellas guarda esta máscara abandonada?
La Restauración dibuja prismas en su sotana,
la Colonia esconde en su puño una sortija
y las tres íbamos por la penumbra
de unas capillas anófeles.
El bosque era una narradora
que nos recordaba
robando monedas y naranjas.
El bosque narra las andanzas
del perro blanco
que trazaron nuestras cenizas,
mientras nos volvíamos un concepto antiguo.
En su corazón había una gentil montaña rusa.
En una de sus células
se perdían todos nuestros caballos.
Hablaba poco consigo misma
y la seguían unas montañas distantes.
Repetía rimas toscanas
y arrojaba cuadernos al fuego.
Gerardo Daniel Jiménez (Aguascalientes, 1994) es maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana, donde trabajó la teoría literaria de Alfonso Reyes. Participó en el Festival Interfaz 2018 en la ciudad de Oaxaca. Fue beneficiario del programa Estímulos a la Cultura 2023 convocado por el ayuntamiento de Xalapa. Ha publicado poemas en diversas revistas como Letras Libres, Replicante!, Cultura de Veracruz. Es editor de la revista literaria La madre oculta.

