
BEATRIZ
OBSERVAS su respiración relajada. Una sábana deja asomar su pezón derecho. Quieres lamerlo, pero temes despertarla. Antes de salir te quedas en la puerta, algo te dice que no te vayas, que regreses a la cama con ella. Debes apresurarte, es domingo, los pocos negocios que abren cierran temprano y necesitas comprar un cargador para tu celular.
Camino a la tienda piensas en la causalidad para conocerla, recuerdas cuando el martes pasado tu jefa te llamó a su oficina, te pareció extraño porque todo lo trata por mail o WhatsApp. Su madre vendría de visita, llegaba el viernes, pero su agenda estaba cargada de juntas ese día. “¿Puedes ir por ella? Llega al Benito Juárez y de ahí la llevas a su Airbnb en la Roma, por la calle de Tuxpan, la instalas y te tomas la tarde. Mati te dará lo de los Ubers, eres un encanto, gracias. Te va a caer súper, es muy alivianada, ni parece mi mamá. Por cierto, se llama como tú, ¿le cierras? Es que voy a entrar a una conferencia, gracias.”
Por ser la más joven siempre te pedían cosas así y ni como negarse. El viernes llegaste con el tiempo exacto. Al querer ver la hora te diste cuenta de que el celular estaba descargado, no servía el puerto USB en el Uber, ¿y tu cable? Lo olvidaste en el carro. Viste la hora en la pantalla, el avión estaba por arribar, caminaste a la puerta indicada. La gente salía y tu mostrabas la hoja con el nombre de Beatriz Pastrana impreso. Nadie se acercaba, dudaste de estar en la puerta correcta. Salían los últimos pasajeros cuando ella apareció: alta, delgada, con el cabello rubio platinado y corto. Más joven de lo que imaginaste. Se parecía a tu jefa, pero con los rasgos maduros. Sin duda era ella. Al verte, sonrió.
Traía poco equipaje, solo una especie de maleta deportiva, “la gente con baro es rara”, pensaste. En el taxi se acercaba demasiado para hablar y escuchar, como si estuvieran en lugar con mucho ruido y solo así pudiera escucharte. Su aroma se impregnó en ti y se anidó entre tus piernas. Al llegar al departamento te pidió que te quedarás a comer, fueron a comprar tacos y ella sugirió unas cervezas. Mientras bebían te miraba a los labios. Lo anidado se dispersó en todo tu cuerpo y en un impulso la besaste. Ella se subió en ti y te despojó de la ropa. Entre sombras y pieles se perdieron. Sus lenguas recorrieron un camino de ida y vuelta. Disfrutaste más en ese encuentro que en los tres años que llevabas con Miguel. Durmieron abrazadas. Al otro día te pidió que te quedaras el fin de semana, le dijiste que sí, pero que tenías que avisar a tu mamá; debía estar preocupada. Quedaron de ir por tu cable, pero que primero se bañarían. Del baño pasaron a la cama y no salieron más, pidieron comida e hicieron el amor todo el día.
Te iluminas al pensarla, repites que no fue casualidad, sino causalidad. Después de caminar varias cuadras por fin encuentras un local abierto, compras el cargador. De regreso pasas por comida, también debe tener hambre. El departamento está como lo dejaste, inmerso en el silencio. Te asomas al cuarto y sigue dormida, debe estar agotada. Conectas el celular, ya quieres que prenda para avisar que estás bien e ir con ella. La pantalla se enciende, llegan todo tipo de notificaciones. Muchos mensajes y llamadas de WhatsApp de tu mamá y Miguel, pero entre los mensajes del viernes hay uno que llama tu atención: “Bea, mi mamá cambió de vuelo y llegó antes. Mi hermano fue por ella y la llevó a su casa, me acaban de avisar, ¡Mil disculpas!, gracias. Buen fin.”.

Aura García Nació en la CDMX. Estudió Diseño Gráfico en la FES Acatlán de la UNAM. Actualmente trabaja en el estudio de diseño “Lo Creo” en donde además de ocupar el puesto Diseñadora Senior, se encarga de la Estrategia. En el 2024, fue una de las ganadoras de la Séptima Antología de Escritoras Mexicanas. Le gusta el café, reír, los sonidos de lo cotidiano, los colores cambiantes y la vida que se hace literatura. Actualmente cursa la Licenciatura en Creación literaria en la UACM.
Instagram: @virgensuicida

