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CARTA

Ciudad Universitaria, de 1975 para siempre.

Hola.

Este mes celebramos en México tu día, su día.

Ante sus ojos, un enigma. En la calle, una burbuja. Mi triciclo una aventura. Con Rodolfo Saturno. Paquito mi papá. Soñar con la Victoria. Bailar con Pablo. Estar en el mitote con Jesús. El aguayón y la anatomía. El gimnasio y el florete. Una prepa y unas tumbas. Muchas historias, una licenciatura y un nené. La batuta y el empujón. Un tropiezo y el hipotálamo. El avatar y la educación. Un gis y un avión. Muchos ojos en la oscuridad. Mil motivos y una inspiración.  Así, desde el cigoto hasta las cenizas recibo y regalo. Regalo y recibo. A veces hinojo y miel. Otras lodo y veneno. Y en ese recorrido, tú, ustedes, aquellos, los otros, yo misma en ti, de ti, por ti. Digo:

Hoy decidí escribirte a ti. Y sé que puede leerse trivial, pero desde pequeña me has acompañado. Te recuerdo como una figura importante en mi desarrollo personal y profesional. Mi mente se inundó de tu voz, tus palabras, tus provocaciones, tus reclamos, tus palabras de aliento. 

Tu vida me ha servido de ejemplo. Las cosas positivas destellan ideas de esperanza. Con las situaciones negativas como el vaivén de las olas, me dejo llevar hasta entender como salir.   Mucho de lo que he visto me ayuda a motivarme para ser. Otras para recordar en lo que no quiero convertirme. Cuestiono porque se presentan los sapos y mueren las luciérnagas. Lidio con los reclamos y recupero tus pasos por mi vida, en mi vida, detrás de mí, delante. Guiándome.

Hay chispas de inspiración, relámpagos de recuerdos, destellos de aprendizajes. Miro al pasado y veo mis rayones con crayola; las palabras mal escritas, unas líneas inclinadas; mi falta de estrategia para resumir; mi miedo al escenario; mi alergia nerviosa; la incapacidad por elegir, por investigar, por argumentar, por pelear mi voz y entonces tu presencia es fundamental en mi proyecto de vida. Tú. Cada uno de ustedes iluminaron caminos, veredas, barrancos y autopistas.

Con ustedes aprendí las bases para ser y no ser, para seguir creciendo. No me lo dieron todo. Ni tenían porque hacerlo. Pero me regalaron las piezas clave para correr, nadar, volar, viajar. Sobre todo, para creer en mí. 

Por todo eso y mucho más esta misiva tiene la intención de agradecerte a ti, a usted, a quien fuera mi maestro, my teacher, mi maestra, mon professeur, meu profesor, il mio insegnante. 

Sé que no siempre aproveché sus enseñanzas, muchas veces las entendí tiempo después, pero sus rostros y sus palabras retumban en mis recuerdos y siento su luz, en tantos momentos. 

Pero este texto también es para quien ha sido mi estudiante. Para aquellos con los que aprendo a ser docente cada día. Aquellos que me enseñan tanto, en cada presencia con sus ojitos de sorpresa y sus caras de desagrado. 

Cada día practico la paciencia y la creatividad vertida en las clases, con sus tareas y la insistencia por comprender reglas para saber romperlas. Aquellos que al principio fueron de mi edad y con el tiempo les duplico y triplico los años.

Finalmente, con miedo de dejar fuera algún nombre. Querido maestro, querida maestra. Me dirijo a ti. Escribo este mensaje, para ti, para ustedes. Todas las personas que me dieron su confianza, su amor, sus saberes.  Y un agradecimiento especial a quienes ahora me comparten su amistad. Colegas, les admiro y les sigo aprendiendo.

Su eterna y agradecida estudiante.

Lillalí Rendón, 2025





Lillalí Rendón. Mexicana. 1975. Soñadora e inquieta exploradora de saberes. Psicóloga, lic. y mtra. en Comunicación (UNAM), doctorante en Educación (UnivDep). Autora: No estás sola (2015). Coautora: Tinta, papel, nitrato y celuloide. Diálogos entre cine, prensa y literatura en México (2020); Tecnologías de la Información y la Comunicación (2019); Ata y Kedy en la antología Cuenta cuantos gatos (2024); Ser mujer en el siglo XXI (2025) Y algunos poemas en revista La Pluma del Ganso.

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