
PENSAR DESDE EL CUERPO: LO IMPRONUNCIABLE
¿CÓMO QUÉ EL CUERPO ya no importa? Entonces ¿Cómo sabemos que el fuego quema, que no es el agua la que seca la tierra, que el uranio y el plutonio provocan la muerte y el siniestro en su desmedida proporción? ¿Son las plantas las que rompen el cemento con sus raíces y su voluntad por la vida o son entes de los que no podamos tocar sus hojas? Sus cuerpos como el mío, como el de mis gatas, son los que saben, con una memoria distinta, cuál es su textura favorita, cuál es la que detestan, cuál es su olor y sonido favoritos, cuáles evocan un trauma, cuáles no deberían de volverse a escuchar y olfatear. Entonces ¿Por qué dices que el cuerpo no importa, que somos lo que pensamos y sentimos, nada más, que somos discursos impalpables? ¿No aprendemos también través de tocarnos y de tocar a otros cuerpos? ¿Cómo sabemos, insisto, que el fuego quema y el agua templada alivia su ardor? Sí, ya lo dijo el cartesianismo, el positivismo y el racionalismo: el pensamiento lo es todo, lo demás es propio de lo impronunciable ¿Soy impronunciable?
¿Hoy puedo ser yo y mañana ya no, mañana ser tú y tú puedes ser yo, porque nos sostenemos sobre discursos que sienten y piensan y recorren el mundo sin cuerpo alguno, porque el cuerpo ya no importa, tal como el cartesianismo lo dijo, tal como lo propagó el colonialismo? Pero decir lo contrario, también ya es colonialista. Ya todo es colonialista, hasta la piel negra asesinada, hasta la vulva violada, lo es. Pero no importa, si el cuerpo es impronunciable ¿entonces la violencia ya no es violencia?
Mejor no pronuncio más desde mi cuerpo, no digo que la textura favorita de mis dedos son mis pétalos abiertos y que no me gusta tocar el fuego porque no me gusta el dolor físico. No digo más que el ruido que más me hiere es el de los mataderos, no digo más que la voz de mi madre, escuchada desde su vientre, ha calmado desde siempre, mis latidos. No digo más que mi olor favorito es el del cilantro, porque ya no importa mi cuerpo, porque he de dejarlo de lado para entender que el mundo ya solo es de quién lo piensa. Una mujer brotada mujer, empobrecida y morena, es impronunciable. Y yo solo quiero decir, ni siquiera con este idioma, sino con el de mi piel, que habló antes que yo, que definió mi destino antes que yo, que mi cuerpo sí importa para mí, aunque no lo miren, aunque no sea palpable y no puedan evocarlo en voz alta.
Qué dicha, quizá, no ser pronunciada por quién sólo piensa, pero sí por mí y por mis gatas, que por encima de todo pensamiento, somos cuerpo.
Itzel Cabrera es Xalapeña de nacimiento y por convicción.

