Cuento

CUANDO CONOCES EL FUTURO

—REVUÉLVELAS más rápido.

Luisa estaba impaciente porque ya era la tarde y no había entrado ningún cliente a la tienda de herbolaria para pócimas y porque Héctor se movía muy lento, como con flojera. Para pasar el tiempo, iban a ver el futuro con las cartas de la abuela de Héctor. Pero él, a quien normalmente le entusiasmaba la idea y siempre buscaba alguna excusa para verlo, no parecía tener tantas ganas. En cambio, ella sí porque hacía mucho que no lo había hecho.

—Mejor hay que dejar secar las hierbas y etiquetarlas para que mañana sólo las tengamos que poner en los frascos y podamos llegar más tarde— dijo Héctor. En ese momento entró un rayo de sol por la entrada. Héctor se levantó a mover su silla para que no le diera la luz en los ojos y, de esa manera, aplazar el inicio de la lectura de las cartas.

—No, estoy aburrida y quiero distraerme un rato.

Luisa aprovechó que él había dejado las cartas en el mostrador para agarrarlas y revolverlas más.

—¡Oye! Yo lo estaba haciendo. No sé por qué tienes tanta prisa.

Luisa lo ignoró y siguió barajando, satisfecha de provocarle un ligero enojo y de tomar el control.

—Listo.

Partió el mazo y le pasó la mitad, quedándose ella con la otra.

—Ándale, si ponemos a secar las plantas, podrás dormir más.

Pero lo dijo demasiado tarde, Luisa ya había robado siete cartas. Héctor le sostuvo la mirada mientras ella las ponía una por una bocarriba sobre el mostrador. Cuando supo que no tenía caso protestar más, bajó la mirada y Luisa volteó a ver las cartas. Mostraban cuatro lobos, una mujer, una daga clavada en el suelo y una flor brillante.

Sintió como si le hubieran dado un golpe en la panza y en la cabeza. Volteó a verlo.

—¿Sabías que iba a pasar esto? ¿Por qué no me dijiste? —Él seguía con la mirada hacia abajo. Ella se paró. —Tengo que hacer algo.

—¡No, Luisa! ¿Qué puedes hacer?

Trató de agarrarla por el brazo, pero ella ya estaba saliendo de la tienda.

Luisa fue corriendo por las calles del mercado, esquivando personas, golpeando y tropezando con algunas de ellas. Le pareció escuchar a lo lejos que Héctor la llamaba, pero estaba concentrada mandando un mensaje telepático al resto de las brujas y videntes de la colonia. El mensaje era que unos hombres lobo habían secuestrado a una mujer y le iba a suceder algo malo.

Ya estaba oscureciendo y soplaba un viento frío, aunque Luisa no lo notaba. Se dirigió a la zona menos concurrida del mercado en dirección al basurero, el cual se encontraba en el fondo de un precipicio. Allí es donde usualmente los hombres lobo hacían de las suyas. Justo cuando vio a lo lejos el borde del precipicio, escuchó un grito ahogado. Miró hacia la obra negra abandonada de unas casas.

Allí estaban los hombres lobo y la mujer, por una construcción a unos metros del borde. El hombre lobo más grande tenía a la mujer de frente contra una pared y le estaba arrancando su ropa. Los otros tres estaban alrededor de ellos, mirando y riendo. Ella estaba llorando.

Luisa agarró una tabla que había por allí tirada y le pegó al más cercano con fuerza. Como lo agarró desprevenido, éste dio unos pasos de más y cayó al basurero. Ella se volteó contra otro, que ya iba a abalanzarse sobre ella, y le empezó a pegar y patear. Un tercer hombre lobo se dirigió hacia Luisa.

A lo lejos, ella escuchó pisadas que iban acercándose. Esperaba que fueran de las otras mujeres, o incluso de Héctor, y que hubieran venido a ahuyentar al hombre lobo más grande que todavía tenía acorralada a la mujer.

Luisa seguía pegando y pateando cuando de repente el tercer hombre lobo le agarró el brazo y tiró de él. En un intento por sostenerse de algo, ella puso su otro brazo alrededor del cuello del que estaba atacando, pero el jalón lo desequilibró y lo hizo tropezar consigo mismo. El tercero logró soltarse a tiempo y salvarse, pero Luisa y el otro hombre lobo cayeron al precipicio.

Mientras caían, ella se preguntó ¿habrá sido por eso que Héctor no quiso que vieran el futuro, porque él ya lo había consultado y vio su muerte? Pero, entonces, ¿Héctor no había pensado hacer algo por la mujer que iba a ser violada? ¿Habrá llegado alguien a ayudarla?




Mijal Montelongo Huberman (DF, 1996). Estudió la carrera de Biología y la maestría en Ciencias Biológicas con enfoque en Ecología en la UNAM. Es traductora, divulgadora y educadora científica. Ha publicado artículos de divulgación científica, traducciones literarias, artículos de investigación, cuentos y minificciones. Le interesan la literatura, la traducción y las lenguas. Siempre está acompañada de libros, perros y gatos.

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