
AVE MARÍA PURÍSIMA
EN ALGUNA IGLESIA DE LA CIUDAD DE MÉXICO…
ENTONCES, IBA CAMINANDO, llevaba el velo sobre la cabeza, este le cubría todo el rostro. Vio la iglesia, entro. Ingreso en el confesionario, se puso de rodillas y desde el otro lado escucho que el sacerdote exclamo:
-Ave María Purísima.
Y ella contesto:
-Sin pecado concebida, padre.
-¿En qué te puedo ayudar hija mía?
-Acúseme padre de haber pecado con el pensamiento….
-¿Qué es eso tan grave que has pensado?
-¿Usted conoció a Anastasia Cervantes?
-¿Anastasia Cervantes? ¿La hija de don Artemio el panadero? –respondió sorprendido el sacerdote-.
-Esa misma, padre….
-¡Sí!, pobre muchacha, su muerte fue muy terrible. Dios y los ángeles la tengan en su santa gloria; también espero que sus padres encuentren pronto el consuelo.
-Yo espero que así sea padre. Dijo que su muerte fue terrible ¿Supo usted, con exactitud, cómo murió ella?
-Los chismes en la calle cuentan que fue ultrajada y asesinada por algún hombre que se encontró durante la noche, ya sabes, un hombre sin que hacer. Doña Natalia Guzmán esposa de Don Miguel el herrero, me dijo que cuando la encontraron muerta, la cabeza de esa pobre muchacha parecía una sandía a medio reventar.
-Si…. Exactamente así la encontraron padre, pobre muchacha…., –dijo aquella mujer-.
-Anastasia estuvo aquí durante la tarde, el mismo día que la mataron. Vino a confesarse. Tenía intenciones de ser monja. Como sabrás, ella hacia muchas obras de caridad por la gente desamparada que se encontraba en la calle y por supuesto, era muy devota de Dios, pero algo cambio en ella: un día, se volvió déspota, ya no era la misma, ya no asistía a la iglesia, ya no salía a la calle y cuando salía, trataba muy mal a la gente que muchas veces ayudo. Su devoción cambio, ahora sentía miedo de estar en esta iglesia. Solo Dios sabe porque Anastasia cambio tanto….
El padre y la mujer se quedaron en silencio por unos segundos. De pronto, ella dijo:
-Sin pecado concebida padre….
-¿Qué has dicho hija mía?
-Acúseme padre de haber pecado con el pensamiento….
-Eso ya lo has dicho antes hija, y aun así, no me has dicho cuál es ese pecado que has cometido.
-Padre…. acúseme de haber pecado con el pensamiento y acúseme de haber pecado con mis acciones –dijo, con la voz cansada-.
-¿Qué te ocurre hija mía? ¿Te has puesto triste por la muerte de Anastasia?
-Padre….vengo a decirle una cosa….: Yo no estuve aquí, con usted, el día de mi muerte.
-¡Más despacio muchacha, solo estas diciendo incoherencias!
El sacerdote, Diego García Urrutia pretendía regañar a la mujer por la blasfemia que había mencionado, él no podía distinguir el rostro de esta persona, el velo que portaba no se lo permitía. Poco a poco empezó a emanar un olor a sangre y putrefacción, un olor que inundo el confesionario. El sacerdote empezó a impacientarse, quiso salir del confesionario para poder ver mejor a la mujer con la que estaba hablando, pero no pudo. Extrañamente, se encontraba encerrado. El olor era cada vez más fuerte, empezó a sentir náuseas, y la mujer comenzó a susurrar:
-Padre…. Yo no estuve aquí confesándome. Quise ir a verlo esa noche, pero usted me encontró en la calle y no me dio oportunidad de hablar. Me ultrajo, y me asesino. Me asesino porque yo tenía guardado, en mi corazón, un secreto que lo destruiría a usted. Me asesino solo porque no quise ser su esposa en secreto.
El sacerdote reconoció la voz de aquella mujer, era Anastasia, venía a verlo personalmente desde la tumba. Un golpe de aire se hizo presente haciendo que la abertura enrejada del confesionario se abriera violentamente, y por fin la vio de frente; Anastasia se quitó el velo y revelo su maltratado rostro: su cabeza tenía una gran herida enrojecida e inflamada que iba desde el parietal izquierdo de su cráneo hasta el inicio de su ojo. De ahí venia el olor a sangre y putrefacción. Poco a poco aquella alma en pena empezó a entrar por la abertura enrejada, y cuando estuvo muy cerca del rostro del Sacerdote, con mirada perdida y a modo de sentencia le dijo:
-Mi vida no valía ese secreto, pero su vida si lo vale y ahora ambos nos iremos con él a la tumba. Acúseme de haber pecado con el pensamiento y con mis acciones, Padre.
-Ave…. María…. Purísima…. –dijo el sacerdote casi sin voz-.
-Sin pecado concebida, padre –respondió Anastasia-.
Anastasia emitió un agudo grito en la cara del Sacerdote, y este, lo último que vio, fue ese rostro maltratado, inflamado y enrojecido acompañado de esa mirada perdida. Murió al instante. Su corazón no aguanto tal impresión.
La muerte del Sacerdote Diego García Urrutia no pasó desapercibida. Cantos, misas y muchas cosas se hicieron en su honor. Hay quienes cuentan que lo encontraron sentado en el confesionario con una expresión de terror en su rostro. Otros dicen que su rostro tenía un semblante apacible, de cualquier forma, la gente se preguntaba porque había muerto de esa manera tan sorpresiva. Eso, solo lo sabe Dios, y Anastasia Cervantes.
Epílogo
Funeral del Sacerdote Diego García Urrutia.
Doña Natalia Guzmán y Doña Encarnación Sánchez, conversan.
-Fue lamentable la muerte de nuestro sacerdote, -dijo sollozando Doña Encarnación-.
-¿Quién tomara su lugar? ¿Se sabe algo? –preguntó Doña Natalia-.
-No, aun no se sabe quién será su sucesor. Que lamentable es todo esto, su última buena acción fue confesar a una persona.
-¿Quién le dijo eso? –volvió a preguntar Doña Natalia-.
-Eso es lo que dice la gente. Lo encontraron muerto dentro del confesionario.
Ambas a agacharon la mirada y guardaron silencio por unos momentos. De pronto, Doña Natalia tuvo la necesidad de levantar la mirada y proyectarla hacia el féretro. Sintió un profundo escalofrió cuando vio a una extraña mujer, con el rostro cubierto por un velo parada junto a la última morada del Sacerdote.
Antonio Arroyo.
Vivo en la Ciudad de México y soy pasante de la Licenciatura en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Tengo gusto por las narrativas de terror, suspenso y misterio. Esto mismo me ha llevado a incursionar en la elaboración de algunas obras que contengan estos elementos, los cuales se vean inmersos dentro del México prehispánico y el mundo religioso. Ave María Purísima es el segundo cuento que escribo. En esta historia conocemos al sacerdote Diego García Urrutia, quien es visitado y confrontado por su mismo pasado. Un pasado que tiene rostro femenino. De igual manera, dentro del cuento, dejo indirectamente la siguiente pregunta: Si nosotros confesamos nuestros pecados ante la iglesia, ¿ante quien se confiesa la iglesia?

