
Sueños con olor a Copal
DENTRO DE LA MENTE de Julia….
“Han pasado tres noches sin poder dormir, ya sea por ansiedad o por pesadillas, en ocasiones son las dos al mismo tiempo. Hoy es viernes y acabando mi jornada de trabajo, y después de algunas clases en la Universidad iré al antro más cercano, y bailaré hasta que no sepa más de mí, terminare ebria, y tal vez termine enrollándome con alguien…. no sé; lo mejor de todo es que tengo la garantía de que esta noche no tendré que estar asustada por una pesadilla o por la ansiedad que ello y otras cosas me provocan”
Ciudad de México.
Julia tenía una vida monótona: no dormir bien y por lo tanto levantarse trasnochada, arreglarse, desayunar a medias, y salir a las 6:30 am para no perder su transporte el cual la llevaría al miserable trabajo como vendedora de periódicos que le permitía sentirse medianamente independiente; después iba a la escuela, se sentaba de 02:00 de la tarde a 08:00 de la noche a escuchar cátedras que ya no la motivaban porque ya le estaba perdiendo el sentido a todo, incluso a su vida. Se refugiaba en el alcohol y los excesos, juegos de azar y salir de antro, pero no necesariamente acompañada ya que personalmente disfrutaba mucho de su soledad. Los viernes bailaba música Techno en algún antro de mala muerte hasta que no le quedaba ninguna gota de alcohol en el vaso.
A la mañana siguiente, dependiendo de los brazos o el lugar en el que amanecía, tomaba un camión o metro que la acercara lo más posible hasta su casa, ya que los fines de semana no trabajaba vendiendo periódicos, –se había vuelto experta en identificar rutas viales-; y es justo en el trayecto de regreso a casa cuando recordaba las pláticas que de más joven tenía con su abuela acerca de la religión católica. Cabe decir que esto nunca le molestó, pero desde la primera vez que escuchó a su abuela hablar de un dios omnipotente y omnipresente y de mil y un santos, se preguntaba si en verdad había alguien allá arriba, en eso que llaman cielo, alguien que la estuviera viendo y guiando, es más: ¡se preguntaba si todo eso era cierto!, en fin, eran conversaciones que poco a poco empezaban a perder importancia.
Madrugada del 4 de marzo, año 2024.
Julia seguía con su vida monótona, pero los antros comenzaban a hartarle y sus noches sin dormir seguían multiplicándose. Una noche, su vida empezaría a cambiar: salía del antro, tambaleándose como de costumbre en las calles solas y oscuras, con un cigarro a medio fumar en la mano izquierda; sentía que caminaba, pero también escuchaba una voz en su cabeza, una voz que guiaba sus pasos, una voz que conocía su nombre, una voz que comenzó a darle instrucciones: “Julia… Julia… Toma el cuchillo… Julia… Toma el cuchillo”. Ella, consternada por aquella situación, se daba cuenta de lo siguiente: el cigarro había sido reemplazado por un cuchillo. Al ver esto ella se asustaba y sentía como la borrachera comenzaba a abandonarla, sentía como un frio sudor recorría su espina dorsal al ver esa arma homicida en su mano. Pero lo peor vino cuando apartó la mirada del cuchillo: frente a ella vio a tres personas desnudas y acostadas en medio de la calle, las cuales expresaban alaridos de dolor. Gritaban como si no hubiera un mañana. Julia se acercó a ellas y lo que vio, la dejó helada: esas tres personas estaban sangrando por todo el cuerpo, ¡alguien los había empezado a despellejar, pero ese alguien no había terminado el trabajo!
A la primera de esas tres personas le colgaba la piel del estómago, a la segunda, empezaron a quitarle el cuero cabelludo empezando por la nuca, como si se tratara de una máscara; al tercer individuo le habían empezado a abrir la piel en canal a la altura del pecho, lo cual hacía que su sangre se esparciera en todas direcciones. Julia quería volverse loca, no podía dar crédito a lo que veía, se cubrió los ojos. Por segunda vez volteo a ver el cuchillo que sostenía y se dio cuenta de que esté estaba empapado en sangre, se negaba al hecho de creer que ella pudo haber cometido un acto tan ruin y pecaminoso; quiso salir corriendo, pero no podía hacerlo, estaba paralizada, sintió cómo el miedo le impedía tener control sobre su vejiga, lo que hizo que se orinara. Se agarraba la cabeza, se jalaba los cabellos, estaba desesperada y gritaba junto con esos tres cuerpos a medio despellejar; ¡todo aquello era una sinfonía de muerte, desesperación y dolor!
Perdió fuerza en las piernas y no le quedó de otra más que ponerse de rodillas frente a esas tres pobres víctimas tiradas en la calle. El olor de la sangre derramada en la calle empezaba a inundar sus vías respiratorias, “Hierro, huele a hierro” dijo. Poco a poco esa fragancia empezó a transformarse, ya no era el olor a hierro que había percibido, ahora había en el ambiente un fresco olor a copal, un olor que hizo que entrara en un estado de relajación profunda, casi cayendo en el desmallo. De la nada apareció aquella mujer.
“¿Quién eres tú?” preguntó Julia a la extraña figura femenina que estaba delante de ella; esa mujer no le contestó, ni siquiera la volteó a ver, quizás era ella quien le dio la orden de tomar el cuchillo. La mujer también se arrodilló y comenzó a arrancar algunos cabellos de las cabezas de las tres víctimas, hizo un nudo con ellos y lo arrojo a un sahumador serpentiforme con brasas ardientes que traía consigo, acto seguido recitó algunas palabras en una lengua incomprensible. Julia al mismo tiempo se percató de que el olor a copal provenía de ese instrumento.
“¿Por qué estás aquí?, deja de lastimar a esas personas” dijo Julia sollozando; la mujer se incorporó y empezó a caminar, y con su mano izquierda movía el Sahumador de un lado a otro. El humo se esparcía de una forma muy antinatural, y poco a poco ese humo empezó a tornar de un color rojo el ambiente, “un color propicio”, pensó Julia de manera resignada. La mujer caminaba de la manera más tranquila posible, Julia no podía ver su rostro ya que este estaba cubierto por tinieblas; de fondo se escuchaba un ruido hueco de tambores y un bullicio, mucha gente empezaba a aparecer a los alrededores. “¿De dónde salieron todos ustedes?”, gritó Julia desesperada al mismo tiempo que se incorporaba y daba un giro de 360 grados sobre su propio eje. Julia le siguió la pista a aquella mujer con la mirada, se esforzó por enfocarla y vio como el instrumento de copal que llevaba en la mano izquierda poco a poco se convirtió en una de las víctimas a medio desollar.
“Déjalos en paz, debes de estar loca para cometer un acto tan ruin” le suplicó. La mujer llevaba a esa persona arrastrando por los cabellos. Empezó a subir la escalinata de un pequeño basamento piramidal sin esfuerzo y antes de que llegase a lo alto la mujer levantó lentamente todo su brazo derecho, haciendo que la base superior del basamento se partiera en dos. De las entrañas del basamento emergió en dirección y forma vertical una piedra rectangular. Esa mujer depositó a la víctima sobre ella, Julia sabía que lo peor se avecinaba, sentía que su corazón se salía de su pecho.
“¡Aléjate!, ya déjalo en paz, ¿Por qué haces esto?, Llorando, volvió a preguntar: ¿Quién eres tú?” …. Fue entonces cuando la mujer decidió que era momento de responder, se volvió hacia Julia, las tinieblas que cubrían su rostro se esparcieron dejando el rastro de un humo aromático, y desde lo alto del basamento dijo: “Julia Lysander, yo, soy tú, y tú, hiciste todo esto”.
Fue entonces cuando Julia despertó en su cama, con la respiración agitada y al recordar ese aparente e infernal sueño sintió un escalofrío que la recorrió de arriba a abajo su espina dorsal. Sus manos temblaban. La luz de su habitación estaba apagada, no podía distinguir nada, solo sentía como un miedo injustificado la inundaba; se sintió infeliz, aterrada, enojada, parecía una fiera a punto de explotar en cólera porque otra vez esos estúpidos sueños le habían arrebatado lo único con lo que contaba en esta vida: una larga noche de sueño tranquilo. Sentada al borde de la cama meditaba sobre las soluciones que podría tomar para poder dormir; con esa noche sin poder cerrar los ojos ya sumaban… Ya había perdido la cuenta. Seguía sentada al borde de la cama con la cara sumergida entre las palmas de sus manos, de fondo tenía el ruido de las manecillas del reloj, sabía que cada “Tik Tak” era tiempo perdido de sueño, pero también era tiempo en el que ganaba más coraje y más ansiedad; llegó al punto de echar mano de la misma solución de cada noche sin poder dormir: abrir su cajetilla de cigarros, tomar uno, salir de su habitación y subir a la azotea de su casa para fumar, eso era lo único que podía relajarla.
Al terminar de fumar su cigarro, bajó las escaleras que conducían de su azotea al segundo piso de su casa, justo donde se encontraba su habitación; abrió la puerta, entró, sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad momentánea del recinto. Alcanzó a reconocer las prendas que portó durante el día y parte de la noche: un pantalón negro rasgado y una playera color gris con el estampado de un tiburón caricaturesco encima de una tabla de surf hacían juego con un par de tenis negros con suela blanca; estas prendas estaban tiradas y arrugadas en el suelo cerca de su cama. Ella sabía que esas prendas, así como muchas otras se iban a quedar en el suelo tiradas, arrugadas y sin lavar por días o incluso semanas. No le quedó otra opción más que resignarse en intentar combatir a su tercia de enemigos jurados: el insomnio, el miedo y la ansiedad; se acostó, cubrió su cuerpo con sus cálidas cobijas, y en cuanto su cabeza tocó la fría almohada percibió dentro de su habitación un débil y bajo pero fresco olor a copal. De súbito, volvió a abrir los ojos, reflexionó un momento y se preguntó:
“¿Y si no fue un sueño?”.
Epilogo.
5 de Marzo, 12:30 pm.
En Facebook.
Página oficial del Periódico local “¿y tú para cuándo? …”
Hace 35 minutos.
“Tres cuerpos fueron encontrados en las inmediaciones de un antro llamado: “La Gata Negra”. Las autoridades locales ya están en el lugar de los hechos, aun así,se desconoce la causa de muerte. Los transeúntes no se percataron inmediatamente de este lamentable hecho, ya que los cuerpos estaban introducidos en bolsas negras que se mezclaban con algunas otras bolsas de basura que estaban tiradas en la calle. Los perros callejeros hicieron el descubrimiento”.
“Ay carajo, no fue un sueño”, dijo Julia cuando vio la noticia desde su celular.
Antonio Arroyo. Vivo en la Ciudad de México y soy pasante de la Licenciatura en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Tengo gusto por las narrativas de terror, suspenso y misterio. Esto mismo me ha llevado a incursionar en la elaboración de algunas obras que contengan estos elementos pero combinados con algunos elementos del México prehispánico, por ejemplo las 18 fiestas de las veintenas celebradas dentro de la sociedad Mexica. “Sueños con olor a copal” es el primer cuento que escribo, trato de dar una visión misteriosa y terrorífica de la fiesta Mexica llamada Tlacaxipehualiztli (Desollamiento de Hombres). Julia Lysander, quien es la protagonista de esta historia, empieza a tener sueños un tanto lucidos, en los cuales se ve a ella misma participando en esta fiesta tan antigua pero en una época muy moderna. Dioses, personas y misterios se juntan y conjugan para empezar a perturbar la vida de Julia.

