
La Fábrica
UNA TARDE fría y nublada, tres curiosos amigos, Norman, Jason y Jane, decidieron explorar la misteriosa fábrica abandonada que se alzaba en las afueras del pueblo de Obeso. La vieja construcción, con sus paredes de ladrillo desgastado y ventanas rotas, había sido, en su momento, una próspera maquila de telas, pero ahora yacía en silencio, envuelta en rumores y misterios.
—Dicen que si entras ahí, nunca vuelves —comentó Norman, con un tono de miedo, mientras se acercaban a la entrada cubierta de maleza.
—¡Qué tonterías! Seguro son solo cuentos de los grandes para espantarnos, porque han de tener tesoros escondidos—replicó Jason, sin ocultar su emoción por descubrir lo que había dentro.
Con paso decidido, los tres cruzaron el umbral de la fábrica. En su interior, encontraron montones de telas apiladas por doquier, máquinas de coser cubiertas de polvo y un silencio espeso que parecía envolver cada rincón. Sin embargo, conforme avanzaban, comenzaron a escuchar extraños ruidos y el sonido intermitente que parecía provenir de algún lugar desconocido.
—¿Escucharon eso? —preguntó Jane atenta y con los ojos abiertos de par en par para poder ver en la oscuridad.
—Debe ser solo nuestra imaginación. Esta fábrica ha estado abandonada por mucho tiempo —respondió Norman, esforzándose por mantener la calma porque no tenía un buen presentimiento del lugar.
De pronto se dieron cuenta que aquel sonido venía como de un teléfono antiguo que sonaba en algún rincón oscuro de la fábrica. La curiosidad los llevó a seguirlo hasta que al fin encontraron la habitación de donde provenía, y sin pensarlo mucho, Jane entró corriendo y respondió la llamada.
Algo extraño sucedió. Como si el teléfono hubiera activado una maquinaria oculta, la fábrica abandonada cobró vida ante sus ojos. De pronto todo se iluminó, las máquinas de coser comenzaron a zumbar, y las telas parecieron moverse por sí solas. De repente, accidentes extraños empezaron a ocurrir. Norman, el más asustadizo, tropezó y casi cayó sobre una máquina que ahora estaba funcionando. Mientras tanto, Jason se pinchó el dedo con unas tijeras que parecían moverse por sí solas hacia él.
Jane, sin embargo, no prestó mucha atención a lo que sucedía con sus amigos. Seguía fascinada por la habitación, donde las cosas parecían cobrar vida frente a sus ojos. De pronto, todos se sobresaltaron, como si algo los hiciera reaccionar. Miraron a su alrededor y notaron que las telas, antes harapos, ahora eran piezas deslumbrantes. Habían vestidos de colores brillantes, trajes majestuosos y finas joyas, de una época que no lograban reconocer.
Se sintieron atraídos a continuar explorando los tesoros que parecían haber descubierto. Pero Norman, reaccionando a un mal presentimiento, gritó:
—¡Nos están engañando! ¡No sigan avanzando, cierren los ojos!
Desesperado, asustado y sin poder ver nada, Norman trató de encontrar una salida, mientras Jane ya tenía puesto un vestido de un tono inexplicable, un color como el de un atardecer de verano en la playa, y Jason usaba un sombrero con plumajes de algún animal que probablemente aún no se había conocido. Norman se quedó pasmado cerrando los ojos, y al abrirlos para tratar de encontrar una salida, de reojo las vio: tres brujas riendo con malicia y danzando entre las telas y tesoros con los que Jason y Jane jugaban.
Norman, aterrorizado, les gritó a sus amigos que escaparan. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Los encantos de aquel lugar habían hecho que el tiempo pasara de manera diferente, de tal manera que las brujas lograron atraparlos. Los arrastraron a una dimensión desconocida, donde tuvieron un destino peculiar.
Cuando reaccionaron a lo que sucedía, se dieron cuenta que habían sido convertidos en cuadros vivientes, ¡Sí cuadros vivientes! Las brujas los habían engañado con tesoros para absorber poco a poco su felicidad, hasta que sus almas quedaron atrapadas para siempre en los lienzos. Al mirar alrededor, Norman lo tuvo claro, pudo ver cientos de cuadros con rostros de personas que seguramente habían tenido el mismo final.
Tiempo después, un niño del pueblo se aventuró a entrar en la fábrica abandonada. Mientras exploraba sus oscuros pasillos, notó algo extraño en uno de los cuadros. Con horror, vio que ¡un pelo se asomaba por la nariz de uno de los personajes pintados!
Sorprendido, el niño miró el retrato con detenimiento, sin poder creer lo que estaba viendo, fue entonces cuando la figura del cuadro respingó y aquellos ojos del lienzo, llenos de miedo, se clavaron en los suyos. El niño retrocedió aterrorizado, y de repente lo reconoció, ¡era el retrato de su amigo de la primaria, al que hacía un año no encontraban!
En los ojos de su amigo atrapado, el niño pudo ver un mensaje de desesperación, como si le estuviera alertando para que huyera. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo de la fábrica. Fue así que, aunque la fábrica parecía lista para atrapar a su próxima víctima para que las brujas que la habitaban continuaran con su vida eterna, Norman, atrapado para siempre, logró advertir a su amigo para que nunca volviera a entrar en ese lugar.
Rebeca Ruiz Beltrán
Nació el 11 de mayo del 2013 en Xalapa, Veracruz. Es estudiante de 5to grado en “Holy Family National School” en Ballyshannon, Irlanda. Siempre se ha decantado por el género de terror, tanto en la literatura como en el séptimo arte. Sus otros pasatiempos son, jugar en el agua y escuchar música.
Tiene como principal objetivo, continuar con sus estudios, seguir escribiendo cuentos, aprender a tocar profesionalmente algún instrumento musical y crear sus propios videos donde pueda seguir contando sus historias.
María Eloísa Aguilar Rodríguez
Originaria de Orizaba, Veracruz, es estudiante de Doctorado en Investigación Educativa en la Universidad Veracruzana. Desde su infancia ha sentido una fascinación especial por el género de terror, el rock, el color negro y los Expedientes Secretos X, intereses que han marcado su vida y su imaginación. Aunque su trayectoria profesional está enfocada en la investigación académica, su pasión por las historias de terror permanece intacta. Ahora, junto con Rebeca, dedican largas horas a recolectar leyendas y relatos de distintos estados, que transforman en escalofriantes historias hechas para ser contadas en la oscuridad.

