Cuento

FAROLITOS

A LA LUZ de una muy gastada lámpara, Don Antonio trabajaba en plasmar sobre el blanco papel, los últimos coloridos detalles con su brocha. Sus manos cansadas por el tiempo, pero fuertes por su espíritu, creaban las más bellas artesanías que iluminaban las fiestas decembrinas mexicanas. Con los años la producción de faroles de papel había disminuido, el taller de Don Antonio que daba empleo a más de seis familias, poco a poco iba mermando en capital humano, ya que la demanda de sus productos cada vez era menor.


Las luces artificiales, “los foquitos”, y los faroles de papel “mexicanos” más baratos, ambos provenientes de cierto país asiático, inundaban año con año los mercados navideños mexicanos. Don Antonio veía con nostalgia cada farol terminado, después lo comparaba con un farol chino que había comprado y se percataba de la principal diferencia entre ambos, el primero estaba finamente pintado, mientras que la imitación era una impresión que a los ojos del artesano, carecía de color.


Después de observar y comparar faroles, Don Antonio hacía unas breves anotaciones en un cuadernito amarillo, tan gastado como su lámpara. El producto de tan rutinaria práctica daba como resultado nuevas creaciones artesanales, muy diferentes a las imitaciones orientales, muy originales, muy propias, muy mexicanas.


El tiempo pasa, y no pasa en vano, los cabellos de Don Antonio Se vistieron de blanco, las arrugas aparecieron en sus manos y cara, cara que a pesar del tiempo, siempre daba una sonrisa a la vida. El taller cada vez parecía hacerse más grande, en cuanto a espacio se refiere; sin embargo, el taller seguía siendo el mismo en metros cuadrados, tal vez más frío, o por lo menos eso le parecía a Don Antonio, que veía con algo de tristeza el espacio vacío en los banquitos, banquitos ocupados otrora por sus empleados, mejor dicho, compañeros artesanos.

Hace varias lunas, el maestro artesano Don Antonio, trató de convencer a sus hijas, hijo, y nietos, de unirse a su laboriosa y colorida empresa, pero recibió una contundente negativa, a los suyos no les interesaba aprender el oficio, eso es respetable, no los podía obligar, aunque muy en el fondo, su corazón le dolía. A Dios le pedía tener a quien enseñar, como lo hizo su padre con él, y a la vez el padre de su padre, con su padre.


Cierta tarde de Noviembre, a su taller llegó un amigo, un fiel cliente, comerciante que encargaba a Don Arturo, año con año, un centenar de faroles de papel, en esta ocasión no lo hacía solo, pues estaba acompañado de su hijo. La visita fue amena, pero breve, pues el comerciante se necesitaba surtir de otros productos de temporada y la prisa lo perseguía. Antes de partir, el hijo de su amigo se quedó mirando la brocha, el papel y demás insumos que Don Antonio utilizaba, sonrío y le pidió a su padre quedarse en el taller, para atestiguar la colorida elaboración artesanal ejecutada por Don Antonio; en efecto, Dios lo escuchó.

Los faroles de papel alumbran las fiestas decembrinas mexicanas, le dan un singular color, color muy mexicano, que a pesar del tiempo y factores externos siguen alumbrando, quizás no con la intensidad de otros años, pues los años no pasan en vano, aunque estoy seguro que cada vez que tu mirada ve un farolito de papel mexicano, te llegan recuerdos de pasadas fiestas decembrinas, tanto con gente grata y non grata, a lo mejor algunas personas ya no están, pero hay recuerdos que se traducen en tradiciones, tradiciones que piden seguir vivas, o por lo menos eso piensan las hijas, hijo, nietos y el joven aprendiz de Don Antonio, al ver los farolitos de papel y pensar en él.

FIN

Son tiempos de dar gracias por los que están y recordar con una sonrisa a los que se nos adelantaron.
¡BENDECIDAS FIESTAS!






Ricardo Enrique Flores Haro, alias REFH. Ciudadano del mundo, de mirada un poco cansada debido a su gusto por las letras ajenas y propias, sus ojos son atestes de algunos otoños y varios sucesos que han nutrido su deseo por escribir, ya sea ante tribunales, diversas autoridades y mentes lectoras ávidas de historias. 

Leer no es un delito, es un deleite.

Atte.

REFH.  

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